Su tamaño se parecía bastante al del
planeta del Principito, pero en este no había nada, ni volcanes, ni flores, ni
baobabs.
Paseó un poco y se encontró con un hombre
que le transmitió buenas impresiones, aunque parecía un poco descuidado.
-
¿Hola?
¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí con este frío? – le preguntó el hombre.
- Hola,
soy el Principito y me dedico a visitar mundos. He venido porque me ha llamado
la atención tu planeta al no ver nada en él – contestó el Principito.
-
No
necesito nada. –dijo cabizbajo el hombre misterioso.
-
¿Qué…?
- ¡Oh!
¿Cómo no he caído antes? –interrumpió el hombre al Principito – Estarás cansado
de tanto viajar, sentémonos.
-
No
te preocupes, estoy genial –dijo el Principito asombrado, al ver que una
persona que no conocía de nada se interesaba por él.
- ¿Seguro
que no estás cansado? ¿Tienes frío? ¿Quieres un abrigo? ¡Madre mía, tendrás que
estar muerto de hambre! ¿Quieres galletas? ¿un zumo? No quiero ni imaginarme lo
mal que lo habrás tenido que pasar hasta llegar aquí. –dijo bastante
entristecido el bondadoso señor.
-
No
te preocupes, estoy bien. ¡Mmm….! ¿A qué te dedicas? –le preguntó el
Principito.
-
A
nada… Solamente pienso.
-
¿Qué
piensas?
-
En lo
mal que lo pueden estar pasando otras
personas lejanas a mí. –dijo el hombre afligido.
personas lejanas a mí. –dijo el hombre afligido.
-
Pero….
¿y tú? ¿Tú, estás bien? –interrogó el
Principito.
-
¿Yo…?
Nunca me he parado a pensar en mí. No quiero ser egoísta, lo primero son los
demás –dijo el hombre.
El Principito, un poco aturdido, se
marchó de ese planeta pensando en su flor y reflexionando sobre lo que le había
dicho este hombre.
MIRIAM ROS GÓMEZ 2ºA

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